domingo, 17 de febrero de 2019

Reflejo de espejo

Cuando conocemos a otra persona, lo primero que solemos preguntar es ¿Qué haces? o ¿A qué te dedicas?, en lugar de preguntar ¿Quién eres? De esa forma estamos identificando a la persona con su actividad, sin averiguar quién es realmente esa persona. Eso mismo nos ocurre con nosotros mismos, lo correcto no es preguntarse ¿Qué hago? sino ¿Quién soy?

La autenticidad y la honestidad son características difíciles de encontrar en un mundo en el que reinan las apariencias. Mostrarnos tal cual somos muchas veces no solo no es reconocido como algo bueno, sino que puede conllevar consecuencias negativas.

La honestidad se ha vuelto algo tan exótico que cuando es detectada, o bien es rechazada o bien la enaltecemos transformándola en un fetiche, una curiosidad que nos genera interés pero que nunca llegamos a considerar natural del todo.

La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás. La deshonestidad no respeta a la persona en si misma ni a los demás. La honestidad tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad, y expresa la disposición de vivir en la luz.

El placer de perseguir y trabajar para conseguir un sueño no se encuentra en la meta. El mayor placer se produce durante el camino. El sueño alimenta nuestra acción, y nos ayuda a saborear cada paso como una victoria.

Para llegar hasta donde queremos, lo primero que debemos hacer es buscar la fuerza que necesitamos en nuestro interior porque solo depende de nosotros el cumplir los objetivos que nos hemos trazado.

“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.”
-Viktor Frankl-

domingo, 3 de febrero de 2019

El Riesgo de Arriesgar

Es curioso como tropezamos la mayoría del tiempo con la misma situación. Cuando arriesgarnos situaciones, ¿lo hacemos para sentir bienestar o por el contrario no darnos por vencidos?.


Las personas que arriesgan siempre destacan entre los demás. Sobresalen y son admirados por valientes, por carismáticos, por atreverse a avanzar en sus vidas sin depender de los demás. Si arriesgas, destacas.


Cuando no nos atrevemos a hacer algo que realmente deseamos, algo con lo que soñamos, nos sentimos retenidos, prisioneros del miedo, con una poderosa coraza que supuestamente nos protege de amenazas. 

 Pero en realidad, lo único que hace es impedirnos ser libres, expresarnos y ser realmente en toda su dimensión. Viviendo sin arriesgar sólo descubrimos y mostramos una pequeña parte de lo que realmente somos (y podríamos llegar a ser).


Una vez que arriesgas, aprendes a no conformarte con cualquier cosa. Has arriesgado y quieres ganar, eso es todo. Cuando te acostumbras a arriesgar te acostumbras también a no ser conformista.

Nunca hay que darse por vencido, llegarán muchos baches para abrir los ojos y pensar.